Elicia (POV)
Miraba con impaciencia a mi alrededor, contemplaba a hombres de alta alcurnia y a sus esposas engalanadas con barrocas joyas y elaborados peinados. Empecé a desesperarme, ¿qué diablos estaría haciendo Rubén?
Al menos, si tuviese un lugar donde sentarme y deleitarme con mi lectura favorita - Frankestein de Mary Shelley - sé lo que estáis pensando, ¿una señorita como yo no debería leer novelas románticas de amor? Pues siento decepcionaros pero yo no soy una señorita frágil y dócil suspirando y esperando por príncipes azules inexistentes, cuando acabarán casadas con hombres mayores que ellas, a los que les importa sólo la descendencia y su fortuna.
He de decir que amo la literatura, me encantan las novelas de terror, aunque tampoco me disgustan las tragedias de Shakespeare, mis favoritas son Romeo y Julieta y Hamlet. También me apasiona la mitología grecolatina, especialmente La manzana de la discordia.
Estaba tan sumergida en mis pensamientos que no me percaté de la presencia de Rubén y me asusté.
- Señorita Elicia, le recomendaría que en vez de estar perdida en las nubes, me prestara atención. Acabo de comprar los billetes del barco, el camarote es de matrimonio.
- Rubén, ¿cuántas veces te he dicho que no me trates de usted? Y no pienso dormir contigo en la misma cama.
- Tranquila Elicia, tan sólo estaba bromeando. Además no creo que sea un problema compartir la cama de nuevo. De hecho, la otra vez no parece que te molestara. ¿Acaso no lo recuerdas?
Mi cara se tiñó de rojo al recordarlo.
**Flashback**
Regresamos tras la fiesta de Año Nuevo en la plaza del pueblo. Una vez en la habitación, Rubén se dio la vuelta y me dijo- cámbiate, te juro que no miraré hasta que no me lo digas.
Aunque con recelo me dispuse a ponerme el camisón, y rápidamente me metí en la cama.
-Ya he terminado.
Entonces Rubén se quitó la camisa dejando al descubierto su torso. No pude evitar quedarme embobada admirándole, pareciera que Miguel Ángel hubiera esculpido su cuerpo.
- Si tanto te gusta mi cuerpo puedo dormir así o siempre puedes tomarme un retrato, dura más, y tengo en mi poder una cámara fotográfica.
Quedé incrédula, roja como un tomate y sin pronunciar palabra. Mientras tanto él me miraba fijamente con esa sonrisa arrogante que deseaba borrar. Resoplé y me di la vuelta.
Sentí las sábanas moverse y el colchón hundirse, supuse que Rubén se había acostado porque la habitación quedó en tinieblas. Cerré mis ojos, pero de repente siento algo cálido rodearme la cintura, solté un grito.
- Shhh, tranquila soy yo. Estabas helada y temblando por eso he decidido abrazarte.
- P-pero ...
- No pienses que soy un pervertido, no voy a intentar nada raro. Tan solo cierra los ojos y duermete.
Por una vez le hice caso y cerré mis ojos.
**fin del flashback**
- Está bien, vamos.
- Me encanta cuando actúas como una niña
- Hmmff
No le hice caso y nos subimos al barco.
Rubén (POV)
Sonreí para mi mismo, Elicia no había cambiado nada en los 4 meses que llevábamos juntos. Seguía siendo la misma muchacha temperamental, tozuda, infantil pero sincera y bondadosa que había conocido. Aunque había de reconocer que sí había madurado al escapar de su madre y ser capaz de no quejarse de la vida que llevábamos.
En Año Nuevo partimos hacia Barcelona para coger un barco que nos llevase a Italia, donde su madre no nos pudiese encontrar.
No suponía ningún problema, ya que yo, a pesar de provenir de una familia humilde, había estado con mi padre viajando, ya que era un director de orquesta muy talentoso. En aquellos tiempos mi familia disfrutaba de buen poder adquisitivo.
Pero todo terminó con la muerte de mi padre. Mi madre, mis hermanos y yo, nos vimos obligados a regresar a España y a trabajar en el campo. Mi hermano mayor fue obligado a ingresar en el ejército por orden del gobierno como muchos otros de su edad. Fue destinado a mantener bajo control las colonias en el sur de América y prevenir los levantamientos. Nunca volví a saber de él.
Mi hermano pequeño tuvo un accidente mientras trabajaba las tierras del patrón de la comarca y murió.
Mi madre enfermó del cólera y poco tiempo después falleció.
Fue entonces cuando decidí marcharme y abandonar ese fatídico lugar, en busca de un destino mejor.
En resumen, yo había aprendido muchos idiomas, el italiano entre ellos, y parecía ser que Elicia también.
Una vez el barco zarpó, dejamos nuestro equipaje en el camarote, y subimos a la cubierta para disfrutar del paisaje. Estaba anocheciendo, el contraste del Mediterráneo con el Sol que se hundía en él, hacía que lo convirtiesen en un paisaje digno de admirar.
- No tengo palabras para describir la belleza de la naturaleza.- dijo Elicia quién se encontraba a mi lado apoyada en la barandilla.
Me quedé admirándola. Sus mechones negros como la obsidiana, se mecían con la suave brisa que acariciaba su rostro de porcelana, pero ya más moreno por el sol de primavera. En su lienzo de delicadas facciones se encontraban dos expresivos orbes marrones casi negros como el caoba, protegidos por largas y gruesas pestañas, nariz respingona y tentadores labios rosados. Su figura unos centímetros más baja que yo y delgada pero con curvas.
- Ni yo las tengo para describirte a ti.
Continuará...
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