-Elicia.- me di la vuelta y me encontré con mi madre-¿A dónde vas tan presurosa?
Me quedé parada unos segundos elaborando una respuesta coherente, pero solo le respondí-Madre, yo...- No la pude responder porque lágrimas amenazaban con abandonar mis ojos y explorar mis mejillas.
Me apresuré a subir las escaleras lo más rápido que me permitiesen mis piernas. Entré en mi habitación, saqué las llaves y cerré la puerta para que nadie pudiese molestarme.
Quedé estática en el centro de mi habitación durante unos minutos. Me abalancé sobre la cama y me dispuse a llorar.
Sentía un dolor inmenso e infinito en mi pecho, mi corazón estaba resquebrajado en miles de pedazos. Sentía como si me atravesaran el pecho millones de lanzas a la vez.
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