Elicia (POV)
Al día siguiente, bajé de nuevo al pueblo a dar un paseo. Llegué a la plaza, había una muchacha vendiendo flores. Decidí acercarme para ver si tenían mis flores favoritas, rosas rojas. La muchacha me sonrío dulcemente y me preguntó si me podía quedar a cargo de su puesto. Accedí gustosamente, y aproveché para aspirar el fresco aroma de rosas.
El olor de las rosas rojas me relajaba, y estaba tan concentrada en él, que no me di cuenta de que alguien se me acercaba.
Rubén (POV)
Estaba caminando alrededor del pueblo para familiarizarme con sus calles y su gente. Las tripas me rugieron y decidí dirigirme a la casa de comidas de la plaza., cuando me encontré con Elicia.
Se encontraba con los ojos cerrados y sujetando unas rosas rojas cerca de su cara. Tenía una expresión de calma en su rostro. Una idea pasó por mi mente.
Sonreí maliciosamente mientras me acercaba a Elicia por su espalda. Me detuve a unos pocos centímetros de su cuerpo.
Acerque mi boca a su oído y volví a sonreír antes de decir - Señorita, le aseguro que sus mejillas van a estar más rojas que esas rosas en unos instantes.
Elicia dio un brinco, y se volvió hacia mi. Iba a decir algo, cuando se dio cuenta de su terrible error. Nos encontrábamos ahora a pocos centímetros de distancia. Observé como ella lentamente levantaba su cabeza para mirarme. Pude ver con satisfacción, que efectivamente sus mejillas estaban sonrojadas y no pude evitar esbozar una sonrisa arrogante.
Ella, tras minutos de quedarse callada, abrió su boca- Y-yo ...
Me acerqué más si es que era posible y me disponía a decirle algo cuando...
- ¡Elicia! ¿Qué haces con este mero hombre de pueblo?
- M-madre, yo no...
-Ni te atrevas a abrir tu boca. Ya estoy harta de que te juntes con el populacho. Como esa mosquita muerta de la hija del molinero.
Elicia se acercó a su madre y le contestó - ¡Ya basta madre, no tiene ningún derecho a ir despreciando a los demás, solo por que no sean adinerados! Y cálle-
No pudo seguir hablando por que su madre le abofeteó.
-No te atrevas a hablar así a tu madr-
Me puse delante de Elicia, y le contesté a su madre - Y usted no se atreva a dañar a su hija. Por el rabillo de mis ojos pude ver como Elicia parecía sorprendida. Volví a mirar a su madre.
-...- La madre de Elicia suspiró y se fue.
Me giré hacia Elicia, quien tenía ahora sus ojos brillosos y su delicada mejilla roja por la bofetada de su madre. Acerqué mi mano a su mejilla y la acaricié suavemente.
-¿ Está bien señorita ?
Ella me miró de nuevo, y me dio las gracias. Para subirle el ánimo decidí comprarle un ramo de rosas rojas. Se lo entregué, y le dije al oído " No hay de que, recuerda que puedes contar conmigo siempre que lo necesites, Elicia". Y me alejé.
....
Continuará...
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